
Aunque a penas pude llegar a la sala para ver a los madrileños
Arkania respaldados por ese pantallazo luminoso que mostraba sus imágenes a sus espaldas, me dio la sensación de que con su ajustado show hicieron todo lo posible por entretener a un público con demasiadas ansias de ver en escena a los daneses
Pretty Maids. Pero aún con esas, no quiero dejar de mencionar ese pequeño brindis que en ocasiones se le conceden a las bandas nacionales para que puedan exponer su valía como artistas invitados de los músicos de alta y clásica alcurnia sonora.

Llegado el momento de
Pretty Maids, el primer en salir a golpe de teclado haciendo gala de los sonidos vibrantes de su último disco
“Pandemonium” fue
Morten Sandager, quien todo el concierto se mostró muy motivado tras los teclados, ejerciendo y ejercitando una parte importantísima dentro del sonido de esta banda, pues esas armonías de sonata inicial a veces desvelaban que clásico seguía en la función y por lo tanto, conseguía generar el alboroto de un público, que por cierto, hizo levantar el vuelo de la banda en un continuo in crescendo, pues salieron poco motivados a escena y no era lo que el público esperaba de ellos tras esperar ese momento tantos años.

Pudiera ser que
Pretty Maids no terminaban de ambientarse al sentirse algo fría la asistencia del público, pero fue evidente que a posteriori todo eso fue olvidado y cuando tuvieron que marchar, lo hicieron en su grado más caliente. Lástima que no se enrollaran un poco más con la duración del show, pero bueno, lo que nos dieron en hora y media entre temas recientes de su
“Pandemonium”, como el homónimo inicial,
“I.N.V.U.”,
“It Comes At Night” o
“Little Drops Of Heaven”, mezclados entre clásicos imperdibles que todo el mundo esperaba para estallar en sensaciones, como
“Back To Back”,
“Future World” o
“Red, Hot And Heavy” en su recta final, justificaba un presente y un pasado que ellos llevan muy bien, con simpatía y actitud, haciendo que cada uno sobre el escenario adquiera su propio personaje, desmarcándose del resto de sus compañeros, y menciono como muestras a
Allan Tschicaja, quien tras su batería transformaba la pose y sus malabares baqueteros en una pegada que te hacía sonreír alborotado.
Hal Patino, sustituto de
Kenn Jackson, tocando el bajo con ese toque de chulería a lo
Slash y sin camiseta paseándose de un lado a otro del escenario y haciendo que sus compañeros continuamente estuvieran pendiente de no pisarle, daba ese toque de elegancia que a pesar de los años transcurridos ni él quiere que se esfume ni nosotros que desaparezca. Y el caso del guitarrista fundador
Ken Hammer llegando a tropezar con algún objeto del escenario al intentar corretear por el escenario con esa imagen tan simpática no se quedaba atrás.
El peso de buena parte de las miradas se lo llevó
Ronnie Atkins (siempre que
Hal Patino con sus paseos se lo permitía), pues seguro que todos estábamos pendientes del estado de su voz llegados a la recta final, y sabiéndose de las tres décadas que hay por medio defiende correctamente las tonalidades. No fue el concierto del año, pero si una agradable velada que nos hizo removernos entre sensaciones del pasado.
Texto y Fotos: Raúl "Mr Virus"
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